Desde Zaragoza, el visitante llega a Monegrillo en poco más de media hora.
Monegrillo, en estas tierras he tocado la luna
Durante el trayecto, teniendo siempre como horizonte la Sierra de Alcubierre, la carretera está bordeada por campos de cereal. El colorido del panorama dependerá de la situación de los cultivos: verde en los sembrados, dorado en las mieses y blanco en las huebras y rastrojos. Animan el paisaje algunas sabinas, restos de tiempos en que la dotación forestal era más abundante.

La mayor parte del núcleo de la población se encuentra al abrigo, en las laderas de los cerros Santa Cruz y el Castillo y orientado hacia el sureste. Por su tamaño y emplazamiento dentro de la comarca y por las características de sus tierras, puede decirse que es la población más típicamente monegrina y así lo recuerda su mismo nombre. Aunque su denominación medieval Montnegriello tenga el significado de «lugar pequeño en el Monte Negro».
Al entrar en la población, el Granero de la Diezma es quien da la bienvenida. Un poco más allá, la Iglesia barroca de Ntra. Sra. de la Asunción (s. XVII), construida sobre otra del siglo XIII y recientemente restaurada. En la actualidad, su interior contiene una serie de elementos ornamentales que merecen ser contemplados aunque desgraciadamente la torre y todos los objetos de valor artístico se perdieron en 1936.

Cerca de allí se encuentran las casas nobles de Panivino y de Rocañín, representativas de la arquitectura civil aragonesa y que han sido rehabilitadas recientemente. La casa Panivino aloja la Biblioteca municipal Ángel Jaria y sirve de sede para diversas asociaciones culturales. En el recorrido por la localidad, merece la pena deternerse en el Oratorio del Rosario (s. XIX), altar que conserva todo el atractivo de sus primeros tiempos.
Pocas son las casas que no han sido reconstruidas en Monegrillo. Quien se adentre por sus limpias calles encontrará gentes acogedoras, alegres, enormemente trabajadoras y con gran capacidad de sacrificio: la influencia del entorno físico se nota en la excelente calidad humana de sus habitantes.
En los montes del entorno, captan la atención las blancas cúpulas de tres observatorios astronómicos. Por los caminos de las cercanías se hallan pilones dedicados a diversos santos. La Ermita de San Benito tiene indicado su acceso en la carretera a Farlete. Aquí nacieron personas tales como Fray Antonio de Monegrillo, un capuchino que en el siglo XVII andaba defendiendo a los indígenas por tierras venezolanas; el obispo Don Clemente Comenge y varios canónigos rectores de la Universidad de Zaragoza, los hermanos Miguel y Gabriel Faci Abad, artistas en fotografía y joyería, o el músico Ángel Jaria Serrano. También aquí reposan los restos del escritor José Ramón Arana.